Este es el recorrido de un joven inquieto e inteligente salmantino, que años después de quedar huérfano llegó en tiempos de la pos-guerra y sin saber donde venía a Euskal Herria. Para sentirse integrado en Zeanuri el pueblo al que el azar le trajo, en poco tiempo logró aprender un idioma complicado y de sonoridad diferente que lo integró entre los lugareños y le dio prestigio.
Profundizar en los entresijos de las viejas demandas de los vascos que no las entendía, -entonces no eran prioritarias- las fue aprendiendo en base a las largas conversaciones ideológicas que mantuvo con un comando ilegal de ETA que sin saber que lo eran ni hacer nada punible, le visitaba semanalmente en los pastos donde cuidaba sus ovejas.
Su genética militancia de izquierdas, amante del euskera y conocedor de la toponimia y luego abertzale a pesar de su procedencia, venía marcada por ser hijo de un padre republicano al que casi no conoció, lo que reforzaron la equivocada detención, e imputación y los crudos interrogatorios practicados por las fuerzas de la Guardia Civil que lo torturaron para que declarara sobre unos hechos ocurridos muchos años atrás de los que no sabía nada.
Además del trato humillante de los que él creía los defensores del bien que le dejaron una huella que nunca olvidaría, las distintas circunstancias negativas ocurridas en poco tiempo le hicieron perder todo lo logrado en muchos años en Zeanuri, casi sin nada y con la idea de rehacer su vieja y Única posesión de La Alberca -su casa-, regresó a su tierra donde rehízo su vida.